Juan gastaba su vida entre silencio y silencio, era un espectador de la vida, hechos y circunstancias pasaban delante de sus ojos sin que merecieran de su boca un sólo comentario, nadie se comunicaba con su mundo sin ruidos, no sabía de la voz de un amigo, pariente, vecino, o algún humanoide de cualquier tipo.

Juan no estaba cómodo en ese universo sin sonido y con el objetivo de quebrarlo decidió comprar un celular y hacer saber por internet a varias personas cuyas direcciones y celulares constaban en su vieja agenda ¡Alguien llamará! se dijo Juan.

Pasaron días, meses, años y el silencio seguía constante y cada vez más insoportable.

 

En una de su tantas solitarias mañanas se sobresalta, ¡Un sonido!, asustado se levanta desorientado de la cama, a oscuras, pega la cabeza contra la puerta abierta de la habitación mientras el sonido se repetía incesante ¡Un llamado! exclamó, buscó en las sombras hasta que encontró su celular que no dejaba de clamar, habilita el llamado y comienza  ¡hola! ¡hola! ¡hola!, nada, nadie respondía, allí se da cuenta que había algo escrito en la pantalla del infernal aparato, se coloca los anteojos de leer y en voz alta repite el texto: "Estimado cliente habiendo constatado la administración de la empresa una mora de tres años en el pago de la factura pertinente le hacemos saber que iniciaremos acciones legales por el cobro de la suma de $3.000.000 adeudada y se cortara el servicio a partir de este mensaje. Tenga usted un buen día".

¡No! ¡No! Gritaba Juan, ¡malditos, no me llaman y encima me hacen juicio!.

Loco de ira recuerda que a un par de cuadras funcionaba el templo de la injusticia, allí se dirigió a medio vestir, abrió la puerta de un puntapié, subió la escalera, una morocha que le miraba por encima de los anteojos, lo recibió a los gritos ¡Señor esta medio desnudo, salga de aquí, este es el templo de Themis!  

Sin decir una palabra Juan roció la alfombra con los cinco litros de nafta que llevaba en un bidón, un encendedor convirtió la oficina en el infierno mientras la morocha y demás féminas de la justicia huían atropelladas mientras juan al fin lograba quebrar su eterno silencio ¡Dura Lex sed Lex! rugía con ferocidad mientras las llamas lo convertían en cenizas.

 

Al llegar los bomberos junto a los restos de Juan encontraron un celular que en manos de un efectivo suena inesperadamente y en la pantalla un mensaje decía: "Estimado cliente rogamos nos perdone por el mensaje anterior. Su cuenta está al día y esperamos que siga comunicándose con nosotros. Que tenga un feliz día y le enviamos un caluroso saludo. Llamas de Vulcano. Presidente".