Cada mañana en camino al trabajo Jorge se detenía durante largos minutos frente a la vidriera de la concesionaria ubicada en la esquina de su casa apreciando las mil y una virtudes de espectacular automóvil deportivo, negro, llantas de magneso, techo corredizo volante  y asientos de cuero, detalles de cromo reluciente, una belleza increíble, el recurrente sueño de Jorge, su máxima e imposible ilusión. Jamás podría ser suyo. Su magro sueldo como empleado público no se lo permitiría jamás.

Jorge y Gloria se casaron demasiado jóvenes. Los padres fracasaron en sus reiterados intentos tendientes a postergar la celebración del matrimonio hasta un  momento en que la madurez coincidiera con la desbordante pasión de la pareja y el acto se concreto a los dieciséis años de los novios con la reticente autorización paterna.-

Como cada mañana Héctor se despertó exactamente a las seis en punto.

Vieja costumbre de su paso por el liceo militar que lo había acompañado en sus sesenta y dos años de vida. Como siempre el espejo del baño recibió su cara con una barba rebelde que crecía más de lo debido. Una rápida afeitada y a preparar los mates de cada mañana.